Los repelentes químicos están compuestos de elementos sintéticos y otros naturales procedentes de plantas. La mayoría de ellos contiene DEET, un pesticida que conlleva ciertos riesgos, pues, cuando entra en contacto con la piel, es absorbido por el sistema sanguíneos.
Las consecuencias del DEET pueden ser mareos, dolores de cabeza, irritaciones de piel y ojos, e, incluso, insomnio y cambios en nuestro estado de ánimo. En los casos más graves, además, puede provocar daños neurológicos.
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